Caminar por un cementerio es casi como visitar un museo. Es como ir descubriendo la historia de una ciudad a través de las historias de quiénes descansan en dichos lugares.
La cultura de la muerte ha ido cambiando con el paso de los años. Pasamos de grandilocuentes mausoleos, verdaderas obras de arte para la última morada, con estatuas de ángeles y cruces de distintos tamaños hasta la simplicidad de los parques del recuerdo, en plena tierra y con una placa con el nombre, fecha de nacimiento y muerte o algún mensaje emotivo.
Es que al ser humano le cuesta aceptar la muerte. Nos resistimos a pensar que algún día ya no estaremos, que lo que conocemos como vida se terminará. Nos preguntamos ¿hay vida después de la muerte?
La muerte también se vive para los vivos y la mayor expresión de ello son los cementerios. Lugares de paz, lugares de miedo, lugares de tristeza y silencio, hay muchos calificativos, pero también de historias y en eso Valdivia no se queda atrás.
¿Creería usted que el lugar donde es probable que haya muchas osamentas y sepultaciones en Valdivia sea la propia Plaza de la República? En efecto, en tiempos de la colonia los españoles tenían por costumbre sepultar a sus deudos al interior de las iglesias y, por lo general, siempre alrededor de las plazas existía una iglesia matriz, junto al cabildo o la real audiencia.
Pero también sucedía que, en caso de un accidente o crímenes, se tomaba la decisión de sepultar al occiso en la misma plaza. En los primeros años del siglo XVI la plaza no tenía el concepto de paseo propiamente tal, era el lugar donde los españoles reunían sus armas para, en caso de emergencia, reunirse y defenderse de ataques, de ahí el nombre de plaza de armas que los españoles acuñaban desde la Edad Media.
El primer cementerio en Chile se creó después de la Guerra de la Independencia, en 1821, aunque aún se siguió sepultando a personas en las iglesias.
Fue en 1883, con el avance de la separación del Estado de la Iglesia Católica, que se promulgó la Ley de Cementerios Civiles que permitió la inhumación de personas sin importar su creencia religiosa y marcó el inicio de los cementerios civiles.
La llegada de los colonos europeos al sur del país marcó cambios importantes tanto sociales como culturales. Muchos colonos alemanes no eran católicos, pues pertenecían a iglesias protestantes o eran judíos, eso obligó a la creación de un cementerio para extranjeros.
Según el ensayo:Memoria e identidad étnica: historia urbana y social del Cementerio Alemán de Valdivia" de Juan Carlos Muñoz, lo que conocemos como Cementerio Alemán fue creado en 1851 en el mismo espacio que hoy ocupa en calle Picarte, cuando Guillermo Döel donó los terrenos a Carlos Anwandter para levantar un cementerio y no tener problemas con los católicos. En 1853 Anwandter traspasó los terrenos al Club Alemán para tener un espacio ”para todos los extranjeros que allí fallecieran sin distinción de la confesión”, señala el ensayo.
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En dicho cementerio están sepultados ciudadanos que fueron apreciados en su tiempo como el boticario de origen judío Moritz Levy Meyer, el científico Guillermo Frick, el empresario maderero de las Guaitecas Felipe Westhoff o el docente Maurice van de Maele.
El trabajo de Juan Carlos Muñoz indica que el cementerio quedó alejado del centro urbano: ”La alejada ubicación del cementerio con respecto a la ciudad responde a la tendencia sanitaria de la época, marcada por permanentes y graves brotes infecciosos, en la cual se consideraba a los camposantos como potenciales focos de enfermedades. Es por ello por lo que el cementerio alemán quedó ubicado a extramuros, esto quiero decir a las afueras de la ciudad, evitando así su cercanía con la población”.
El acceso al Cementerio Alemán era por vía fluvial, pero en el siglo XX surgió la necesidad de acceder al Cementerio Alemán por tierra, lo que inició la necesidad urbana de extender la calle Ramón Picarte más allá del torreón de barro, iniciativa que se empezó a zanjar entre 1918 a 1920.
Valdivia era una ciudad con vocación fluvial en el siglo XIX, por lo mismo toda la actividad social y comercial ocurría en el río. Había situaciones en que había nacimientos en medio del río, pues a veces las mujeres parturientas no alcanzaban a llegar al Hospital San Juan de Dios de Valdivia y daban a luz arriba de un bote o una lancha a vapor.
Por el contrario, era muy natural que haya caravanas mortuorias en el río, con lanchas y botes trasladando coronas de flores desde barrios como Las Ánimas, Collico o Barrios Bajos hacia los cementerios, entre ellos el Cementerio Alemán.

Un claro ejemplo de ello es un relato rescatado en el ensayo de Juan Carlos Muñoz sobre un funeral desde el río, comentado por el viajero José A. Alfonso en el verano valdiviano de 1900.
”El contraste se establece de súbito si les ocurre a los paseantes cruzar con algún acompañamiento fúnebre, que en esta ciudad toma la vía fluvial. Se enterraba ese día a una rubia y hermosa joven… El ataúd, cubierto de rosas blancas, se levantaba tímidamente, con la timidez de la doncella que yacía rígida, en la cubierta de la nave; la embarcación cruzaba lentamente por el rio, ese día más apacible que nunca, i parecía recibir con un débil quejido el suave peso de la muerta. Allá, esperándola, en las orillas del mismo rio, besada cariñosamente por sus ondas más calladas, el florido cementerio, de los árboles tristes, de los helechos tembladores, de la pavorosa soledad… Dejamos pasar la fúnebre comitiva, la cabeza descubierta, inclinada al corazón…, pensando un momento más en la joven muerta, en las flores primaverales tronchadas por el cierzo en el instante mismo de agradecer su generosidad a la tierra con su primer, más fresco y virginal perfume”.
Antes del Cementerio General existió un cementerio en lo que hoy es el Parque Guillermo Harnecker y el Estadio Parque Municipal. No hay una fecha exacta de inauguración, pero según el libro “Historia de Valdivia” de 1953, escrito pr el padre Gabriel Guarda, ese espacio empezó a funcionar en 1856 como cementerio católico.
Dicho terreno funcionó hasta la primera década del siglo XX, hasta 1911, pues la Municipalidad de Valdivia de la época prohibió las sepultaciones por falta de espacio.
Junto a ello la Junta de Beneficencia de Valdivia, entidad administradora de cementerios de la época, dispuso la construcción de un nuevo camposanto que se inauguró en febrero de 1918.

El cementerio viejo perdió su calidad de campo santo en 1973 por lo que los restos de muchas personas fueron trasladados al nuevo cementerio que actualmente posee un monolito donde se recuerda sus nombres, sin embargo, hubo muchos restos que no fueron reclamados y es muy probable que aún sigan en lo que se conoce hoy como Parque Harnecker.
En este nuevo cementerio hay espacios muy singulares, tal como el cementerio israelita, ubicado a los costados derecho e izquierdo del camposanto y en el que descansan los deudos de la comunidad judía.
También están los mausoleos de la Sociedad La Fraternidad, de la colonia italiana, la Sociedad Española, Carabineros, la Congregación de la Inmaculada Concepción y muchos más, y al fondo del cementerio se aprecia una mano gigante con una paloma y que representa a las víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet.

También resalta la gruta de San Serafín, la animita del fusilado Serafín Rodríguez en 1906 y que fue trasladada desde el cementerio antiguo al General por la devoción que le tenía y aún le tiene la gente más de 100 años después de su muerte. También a un costado están las tumbas de los recién nacidos, tumbas que parecen cunas mecidas por el frío viento del sur.
Otras tumbas que destacan son las del premio nacional de literatura Fernando Santiván, del veterano de la Segunda Guerra Mundial Abraham van Hasselt, del guerrillero José Gregorio Liendo, del comerciante Alfonso Turina o del ex alcalde y diputado Jorge Sabat, sólo por nombrar a tantos otros personajes que fueron queridos y admirados en vida.
Existen otros dos cementerios más en Valdivia, ambos ubicados en la salida sur de la ciudad, el cementerio Parque Los Laureles que comenzó a funcionar a comienzos de la década de 1990 y el cementerio N° 2 que empezó a funcionar cerca de la década del 2010.
Estos días del 1 y 2 de noviembre son para recordar a los que ya no están y que han ayudado a forjar las miles de historias de Valdivia y las historias personales de quienes hoy los recordamos con amor. Recibe nuestras noticias en: WhatsApp | Instagram | Newsletter.
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