Historias DiarioSur
Por Pablo Santiesteban , 13 de febrero de 2021

El primer mártir del periodismo que fue director de El Correo de Valdivia

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Hoy una animita en Quinta Normal es el único testimonio que recuerda la labor del periodista Luis Mesa Bell que tuvo un fugaz paso por la sala de redacción de El Correo de Valdivia.
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[#HistoriasDiarioSur] Luis Mesa Bell, quien tuvo un fugaz paso por el diario valdiviano más famoso del siglo XX, fue asesinado por su reporteo sobre la desaparición de un profesor a fines de 1932.

Hoy 13 de febrero se celebra el día de la prensa en recuerdo de la emisión del primer periódico chileno de la historia “La Aurora de Chile” en 1813 y promovido por el religioso valdiviano Fray Camilo Henríquez, considerado el padre de la prensa en Chile.

DiariodeValdivia.cl, en este día de la prensa, quiere hacer homenaje a los profesionales de la palabra y de las letras, pero recordando a un personaje del que poco se habla en Chile y menos en Valdivia, Luis Mesa Bell, ex director del diario El Correo de Valdivia entre 1927 y 1928 y que es, en rigor, el primer mártir del periodismo chileno. Esta es su historia y la de su horrible martirio en 1932 a manos de agentes de la dictadura de Carlos Dávila.

La historia de Mesa Bell fue rescatada en el libro de 2016 “Historias desconocidas de Chile” del sociólogo Felipe Portales y en la novela “Carrascal boca abajo” de 2017 del escritor Claudio Rodríguez y valorada posteriormente por las nuevas generaciones de periodistas.

Luis Mesa Bell recién tenía 30 años en 1932, pero tenía un currículo interesante, pues había sido editor del diario La Nación y a fines de la década del veinte fue director de El Correo de Valdivia. 

El Correo de Valdivia fue el diario más importante de la ciudad de los ríos en el siglo XX. Su primera edición salió el 1 de octubre de 1895 y su sueño era David Osorio Cuéllar. Según el trabajo realizado por Julio C. Avendaño en su blog www.historiadevaldivia-chile.blogspot.com (un interesante trabajo online sobre la historia de Valdivia) en 1924 Osorio Cuéllar le vende el diario a Eleodoro Yáñez, quien sobre la base del diario La Nación, ideó el proyecto de hacer una cadena nacional de diarios. En esa época, en 1925, fue director el educador y escritor Fernando Santiván y presumiblemente Mesa Bell lo reemplazó en la dirección de El Correo en los años que siguieron hasta 1928.

En 1928 el diario La Nación fue adquirido por el Estado de Chile y ese mismo año El Correo de Valdivia fue comprado por Ricardo Barahona. Era esperable que Mesa Bell dejara Valdivia ante ese cambio. El Correo de Valdivia en 1934 se integra a la Sociedad Periodística del Sur (Sopesur) junto a los diarios La Patria de Concepción, El Diario Austral de Temuco y La Prensa de Osorno. El diario continuó con distintos dueños hasta su última edición en agosto de 1982.

INQUIETO PERIODISTA

Según el escritor Claudio Rodríguez, Luis Mesa Bell era amante de sus padres, buen deportista y vecino proactivo de calle Manuel Montt, a una cuadra de la calle Providencia. Era hijo de una familia de clase media y prolífica y el mayor de seis hermanos y hermanas. También lo calificaban como “entusiasta y perseverante” y contaba con el respeto de sus amigos y vecinos de Providencia. Usaba unos gruesos anteojos oscuros, producto de un accidente que sufrió en su infancia cuando por casualidad se clavó un crucifijo que usaba, mientras montaba a caballo.

En 1932 Mesa Bell era el director del semanario Wikén que cambió su estilo por uno más incisivo y de investigación y que denunciaba atropellos y la represión política. El escritor Claudio Rodríguez reafirmó que “modificó el estilo liviano y de variedades de la revista por otro más agresivo e ideológico, semejante al que ya había desarrollado en su paso por La Crónica. Así se sucedieron las denuncias sobre los corredores de la Bolsa Negra, los servicios de Aseo y Jardines, las Milicias Republicanas (para infiltrarse en sus cuarteles se disfrazó de albañil), además del tráfico de morfina, heroína, cocaína y opio en el puerto de Valparaíso” y todo esto con apenas dos meses como director de Wikén. Era obvio entonces que el sagaz periodista se iba ganando una larga lista de enemigos. 

LOS DIFÍCILES AÑOS 30

El comienzo de los años 30 no fueron nada de fáciles para Chile, pues se sentía con fuerza los efectos de la Depresión de 1929 de Estados Unidos y en 1931 el país vivió en una anarquía gubernamental importante, pues en un año hubo siete presidentes y entre medio los 12 días de la República Socialista de Marmaduke Grove y Arturo Puga, derrocada después por Carlos Dávila, quien traicionó a sus compañeros socialistas y comunistas, los persiguió y a algunos los envió relegados a Isla de Pascua, isla Mocha, Melinka y la isla Navarino.

Mesa Bell abrigaba en su corazón y mente los ideales del socialismo y era militante de Nueva Acción Pública (NAP). Su pluma disparaba crítica social a diestra y sinietra, tal como esta columna que escribió en Wikén el 8 de octubre de 1932: “El sudor del obrero de la pampa se convierte en champagne que burbujea en Biarritz o San Sebastián. La sangre de los obreros lesionados en Sewell o Chuquicamata se juega a la ruleta en Montecarlo. ¡Hasta cuándo!”.

En medio de ese ambiente antisocialista es que se hace desaparecer al joven profesor comunista de 22 años Manuel Anabalón Aedo. Su desaparición se empezó a investigar con la caída del dictador Dávila y Mesa Bell tomó el caso con devoción periodística y sus pistas lo llevaron a la Sección de Investigaciones, precursora de la actual Policía de Investigaciones.

Mesa llegó a comprobar que el profesor Anabalón fue llevado a Valparaíso para ser embarcado y relegado al sur con otros militantes comunistas, sin embargo lo tomaron a parte y nunca se le volvió a ver con vida. Al periodista no le tembló la muñeca para escribir que sospechaba del prefecto de Valparaíso Alberto Rencoret, así con nombre y apellido.

DETENIDO

Semanalmente Wikén publicó reportajes con títulos como “Anabalón debe aparecer vivo o muerto”, “El retiro de Rencoret facilitaría la investigación” y “Anabalón no aparece y Rencoret sigue en su puesto”.

Mesa Bell comenzó a recibir citaciones a la Intendencia y a la Sección de Seguridad, sufrió acoso policial y hasta hubo atentados contra la sede de la revista en calle Amunátegui 85, con escritorios descerrajados y substracciones de documentos.

Hasta que llegó el martes 20 de diciembre de 1932. Luis Mesa Bell fue detenido en calle Moneda, mientras conversaba con su amigo Héctor Pedreros, dos sujetos lo tomaron por los brazos y lo introdujeron a un vehículo cual escena gansteril de los años treinta. Esa misma noche el periodista fue asesinado a golpes y su cuerpo fue arrojado a calle Carrascal.

Lo triste es que al día siguiente, el día 21, el juez del caso Anabalón llegó a dar con los restos del profesor Anabalón, siguiendo las pistas que había recolectado previamente Luis Mesa Bell en sus investigaciones. El cuerpo del docente estaba en la bahía de Valparaíso. Según el libro de Felipe Portales, al funeral del periodista acudieron no menos de 50 mil personas.

El juez militar Juan Segundo Contreras condenó en el caso Anabalón por “homicidio calificado” a Alberto Rencoret con 12 años de cárcel y a los agentes Clodomiro Gormaz y Luis Encina a 10 años como coautores del mismo delito. Sin embargo, mientras se veía su apelación ante la Corte Marcial, los tres fueron beneficiados por una ley de amnistía del presidente Arturo Alessandri y quedaron impunes de su crimen.

Por el crimen del periodista se condenó a los agentes Eugenio Trullenque a 15 años como autor de homicidio calificado, a Leandro Bravo a 11 años como coautor del mismo delito y a Carlos Vergara a un año y 10 meses como autor de lesiones graves contra Mesa.

Con el tiempo Alberto Rencoret ingresó al seminario, se hizo sacerdote en 1939 e incluso llegó a ser obispo en 1958 y arzobispo de Puerto Montt de la Iglesia Católica de Chile para después colgar los hábitos en 1969 a los 62 años.

ANIMITA

Lamentablemente el periodismo chileno poco recuerda la labor de Luis Mesa Bell, pero su memoria está vigente gracias a una animita que está ubicada en Santiago en calle Carrascal con Radal, comuna de Quinta Normal. El folclorólogo Oreste Plath señaló en su libro “La animita” que parte de la popularidad de la animita de Mesa se debe al hecho de que el asesinato del periodista haya sido atestiguado por un niño: “Esta animita late en el corazón de todos. Le hacen mandas personas de distinta condición social. Es un verdadero santuario. Los domingos le dejan flores, velas, y le rezan sintiendo el drama de un hombre”, escribió el investigador del folclore.

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