En la Ruta T-206, que conecta Valdivia con Paillaco, se alza un pequeño establecimiento que desafía el paso del tiempo y el embate de la modernidad: el restaurante Ruta 5.
Similar a una postal de "La pequeña casa en la pradera", este antiguo local persiste en medio de la carretera, recibiendo clientes, aunque lejos de sus épocas de esplendor.
Siempre me llamó la atención el restaurante Ruta 5. Cada vez que transitaba en auto o bus por la Ruta T-206, miraba esa pequeña casa que emergía a un costado, con un letrero descolorido que anunciaba: "Restaurante".
Esa estructura, que evoca la nostalgia de tiempos pasados, podría ser el restaurante más antiguo de esta vía, hoy secundaria, pero antaño la principal arteria para quienes viajaban de norte a sur y viceversa.
Hace medio siglo, la doble vía de la Ruta 5 Sur, con sus peajes y tramos que permiten velocidades de hasta 120 kilómetros por hora, no existía. Décadas atrás, la T-206 era el paso obligado para buses y camiones.
Fue precisamente el constante ir y venir de camioneros lo que motivó a Luis Post, vecino del lugar, a abrir un local donde los choferes pudieran reponer energías antes de continuar su viaje hacia Valdivia o más al sur.
Como toda buena "picada de camionero", el local rápidamente se ganó una merecida fama entre quienes recorrían la ruta.
Las sabrosas cazuelas, empanadas y porotos preparados por la señora Inés Barría, esposa de Luis, dieron renombre a este modesto establecimiento. Poco a poco, la clientela creció, y el futuro se vislumbraba prometedor. Aunque el trabajo era arduo y a veces agotador, permitió sustentar a la familia, educar a los hijos e incluso contratar personal para hacer frente a la creciente demanda.
Sin embargo, para bien o para mal -según el punto de vista de quien lo mire- la modernidad llegó. Y con ella, los días en que el restaurante recibía a camioneros ansiosos por la buena y abundante comida comenzaron a desvanecerse.
De pronto, el asado con papas no se vendía tanto como antes, los porotos quedaban en las ollas y los ingresos descendieron drásticamente.
Las luces, la música y el bullicio se fueron apagando.
Los años pasaron, y con ellos, los problemas de salud alcanzaron a los fundadores de la familia. Primero fue Luis quien partió y años después, Inés.
Los hijos se vieron entonces ante la difícil disyuntiva de qué hacer con el local: cerrarlo o continuar con el legado. Tras intensas conversaciones, Mónica, una de las hijas, asumió la administración del establecimiento, consciente del sacrificio que ello implicaba.
Fue un 1 de febrero de 2017 cuando Mónica Post se puso al frente del restaurante. Desde entonces, ha emprendido un viaje lleno de altibajos. Hay días en que el local se llena de clientes y otros en que nadie asoma. Pasan semanas en las que no se vende un solo plato de comida.
La antigua casa sigue allí, a un costado de la ruta, como esperando a esos clientes, a esos camioneros y viajeros que, como hace casi 50 años, vuelvan a degustar sus platos de asado, legumbres o aves de campo.
Al llegar al restaurante Ruta 5, uno se transporta de inmediato al pasado. Es como ingresar a un local con más de cinco décadas, donde las cosas se mantienen tal cual.
Una puerta entreabierta y un letrero escrito a mano con un plumón desteñido son las únicas señales de que está abierto. A un costado, en el suelo, se distingue otro letrero que dice: “Ruta 5 Restaurant”, pero pasa desapercibido a primera vista.
Sin embargo, una chimenea humeante en el techo indica que hay alguien dentro. Avanzo y con un “¡alooo!” espero la llegada de alguien.
Desde una habitación interior, aparece una mujer. Delgada, de cabello liso entrecano recogido con un cintillo y lentes ópticos algo rojizos. Es Mónica Post Barría (64). Me mira, quizás extrañada por mi visita.
Le explico que soy periodista de Diario de Valdivia.cl y que me gustaría entrevistarla.
"¡Ah, por lo de los accidentes!", responde.
"No... bueno sí, también, pero me interesa conocer la historia del restaurante y cómo se ha mantenido aquí en medio de la carretera durante tantos años", aclaro.
"Ya... yo pensaba que era por las emergencias. No ve que aquí casi todas las semanas hay accidentes de autos y, pucha, a veces hay personas que fallecen. Es terrible", comenta, con una voz cargada de pesar.
Claro. Lo que comenta Mónica es la oscura historia de esta carretera, que en el último tiempo ha cobrado la vida de más de una persona.
Los accidentes son, lamentablemente, muy frecuentes. El más reciente e impactante fue el fallecimiento de un conocido abogado valdiviano.
“Yo sentí como una explosión. ¡Terrible!”, reitera Mónica. “Pero pase, tome asiento y cuénteme...”
Por fuera del local, camiones, buses y todo tipo de vehículos pasan a toda velocidad. Van apurados, como si no tuvieran tiempo de detenerse en este lugar. Ni mirar.
Mónica Post relata que el local fue idea de su padre, Luis, impulsado por amigos y conocidos que le pedían que instalara un espacio para vender comida. Confiaban en que, junto a su esposa Inés, harían algo bueno en el lugar.
"Y así empezaron. En 1981, el restaurante ya estaba funcionando. Aquí como lo ve, en este mismo lugar y en este mismo espacio. Claro que nosotros lo hemos ido reparando, pero es prácticamente el mismo", dice.
“¿La especialidad? Bueno, en un principio teníamos pescado frito y mariscos que mi papá iba a comprar todos los días a Valdivia. Ah, también era muy pedido el asado de chivito que teníamos. Ese se vendía todo y nos pedían que avisáramos cuando teníamos para venir”, agrega.
"Había mucho trabajo y en ocasiones las hermanas ayudábamos a mi mamá a preparar las cosas. Hubo noches en que nos acostábamos de madrugada para dejar todo listo para el otro día. Era agotador... eran otros años".
Como decíamos, el paso del tiempo, la apertura de la nueva Ruta 5 Sur y hasta la pandemia de Covid-19 pasaron su factura, literalmente hablando. Mónica asumió la administración con entereza, casi como una obligación familiar.
"Me tocó asumir y hubo una etapa en que contaba con la ayuda de mi hija Maritza, pero ella encontró trabajo en Valdivia y no piensa regresar. Hoy estoy con mi otra hija y hacemos lo que se puede".
-¿Pero vienen clientes?, pregunto.
"A veces vienen vecinos de por aquí; en otras personas y turistas en verano que están de viaje. No se cocina como antes, pero nos preocupamos de tener algo. Pollo, a veces legumbres y empanadas fritas y de pino los fines de semana".
-Cuando llegué el local parecía cerrado...
"Uh, sí, pero los vecinos saben que si la puerta se ve cerrada y las cortinas están corridas es porque hay gente. Cierro la puerta porque entra frío y los días han estado muy helados. Aunque si alguien necesita algo puede llamarme al 985405568".
-Mónica, ¿hay ganas de seguir trabajando en esto?
"Cuesta, pero si no lo hago yo, ¿quién lo va a hacer? Como digo, esto es una aventura, hay días en que no se vende nada. Han pasado semanas en que no sale un plato, pero aquí estamos".
-Trata de atender siempre con el mejor de los ánimos...
"Claro. Es que la gente te dice al tiro si le gustó o no le gustó algo. Hay que tener carácter, pero por lo general, las personas se van contentas".
-¿Esta historia se mantendrá?
"Sí, aunque ya tengo mis años y cuando traqueteo mucho se sienten. Quizás mis hijos deberán decidir qué hacer. Aunque las cosas se vean difíciles y duras, creo que hay futuro".
Y con ese empuje de Mónica Post y el sabor de siempre, este local espera seguir siendo una opción para el viaje en la carretera.
Así es que si pasa por la carretera y ve esa casita en la pradera, pase y en una de esas le da una mano a esta emprendedora que mantiene la fuerza de seguir pese a todo.
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