Educación
Por , 17 de agosto de 2015

Futronina gana concurso literario de Fundación Huilo-Huilo

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Nataly Lagos presentó el cuento “El Mocho sin sombrero y el Huemul sagrado”

Orgullosa luce su trofeo Nataly Lagos Montecinos, la joven de origen futronino que a principios de agosto se convirtió en la ganadora del concurso literario “Un cuento para el Huemul de Los Ríos”, organizado por la Fundación Huilo-Hulo y Amigos Amantes de la Cultura, en el marco del Día del Huemul.

Criada en Loncopán y de profesión profesora de lenguaje, lleva alrededor de 1 año y medio desempeñándose como encargada de proyectos de la Unidad de Cultura de la municipalidad de Futrono.

Bajo el pseudónimo de Aleja Paz presentó su cuento al concurso sin más intenciones que colaborar con la invitación a la comunidad a participar del concurso.

“Sinceramente no iba con la intención de ganar un premio, lo hice más que nada para participar y motivar a la gente de mi comunidad a escribir”.

“En Futrono hay gente que escribe, los invito a sumarse y a mantener y difundir nuestra cultura, dando a conocer nuestras raíces con el antecedente que somos una comuna con un alto contenido cultural, con raíces directas del mundo indígena”, añadió Lagos.

Un jurado entendido en letras y de reconocida trayectoria nacional, fue el encargado de dirimir y convertirla en la justa ganadora el pasado 5 de agosto en la ciudad de Valdivia.

Este es el cuento de Nataly Lagos Montecinos, disfrútelo.

 

El Mocho  sin sombrero y el Huemul sagrado

Nos criamos pensando que los granizos se podían comer con sal y que a veces, si tenías suerte, los podías asar en las brasas. Mi ÑAÑA, mujer de sabiduría infinita a la orilla del fogón nos contaba las historias más hermosas de la madre tierra, ella nos tenía convencidos que  las casualidades no existían, que los encargados de tejer nuestro porvenir eran  el universo y el gran NGENECHÉN. Los relatos nos hablaban de hombres que  habían hecho grandes proezas por nuestro pueblo, es así como conocimos al Peñi Caupolican,  Galvarino y hasta se dice que la lamien Jainequeo fue oriunda de nuestros cerros, de eso solo NGENECHÉN y la ÑAÑA saben si es verdad.

Nuestra Ruca estaba ubicada en un monte cerquita del Mocho- Choshuenco, volcán imponente que todos los días de verano  nos saludaba con una cortina de neblina,  mientras que en invierno se vestía de coposa nieve, con la cual a duras penas convivíamos gracias a las mantas que la ÑAÑA nos tejía.  Del volcán se contaban muchas leyendas las cuales explicaban el por qué al MOCHO le faltaba su sombrero, más nuestra ÑAÑA nunca pronunció palabra alguna, pues decía que estábamos muy verdes para hacernos hombres.

Un día de esos en que los granizos nuevamente nos hacían  correr tras la bolsa con sal,  mientras  calentábamos nuestras manos ya azules por la gracia cometida, la ÑAÑA moviendo los brasas del fogón, decide contarnos aquello que nos había sido vetado por nuestra edad, ese día nos contaría la historia del  “Mocho  sin sombrero y el Huemul sagrado”:

“Eran tiempos de paz, en donde el hombre y la naturaleza convivían juntos, éste tenía la misión de cuidar la tierra, NGENECHÉN  se lo había encomendado. En la tierra había muchos animales, de los cuales el hombre con sabiduría debía enseñorearse, jamás matar por placer, ni mucho menos comer de aquellos animalitos que eran sagrados. Un día el hombre siguiendo sus deseos de maldad quiso romper el pacto, su ignorancia le hizo creer que NGENECHÉN nunca se iba enterar, más el gran dios que todo lo veía ya conocía las intenciones del hombre. En el bosque solo había un huemul de pelaje brillante,  ojos grandes y pardos, el hombre ya estaba decido, ese día le daría muerte al animalito   (las Machis dicen que cuando el hombre escucha sus espíritus malos no hay quien lo detenga). Cuando su deseo se ve  concretado la tierra comenzó a temblar, el hombre asustado tiró los restos del venadito al volcán, pero NGENECHÉN furioso con lo acontecido de un estruendo hizo emerger la sangre del HUEMUL desde el  fondo del volcán (lava), la cual fue derramada por la tierra. Desde ese día el Huemul fue leyenda y el volcán perdió su sombrero.

Mis manos ya no estaban azules, el fuego ya se había consumido y la ÑAÑA ya nos habíamos convertido en hombres.  

Aleja Paz

(Futrono)

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