Para muchos la Navidad se ha convertido en una fiesta consumista donde la gente aglomera y compite por quién consigue el regalo de la temporada. Este año, en medio de una pandemia, hemos evidenciado que sigue ese espíritu del consumismo, pero en parte empujado porque la Navidad es una fiesta familiar y sería mal visto que alguien se quedara sin un regalo. Pero la Navidad en Chile no siempre fue así.
La fiesta es de origen religioso y conmemora el nacimiento de Jesucristo, personaje central de la cultura judeo cristiana. Los españoles celebraban la Navidad en el estricto fervor religioso en la época de la colonia donde el evento central de la Nochebuena era la popular Misa del Gallo que se hacía a las cero horas y con la adoración del Divino Niño ante el pesebre. Posteriormente el día 25 se hacían las misas de Navidad. La figura del árbol de Navidad y del Viejo Pascuero ni siquiera existía para la cultura española y criolla, aunque sí existía el pesebre, costumbre que popularizó en la Edad Media un monje italiano llamado Francesco Bernardone, más adelante conocido como San Francisco de Asís.
Pero no por eso la Navidad iba a ser algo sin gracia en Chile, al contrario. La gente tenía la costumbre de regalar duraznitos, peras, ciruelas, guindas, o ramitas de albahaca y flores, mientras que las iglesias y viviendas exhibían pesebres en sus portales. Incluso en Santiago, en el siglo XVIII y XIX, la ciudadanía levantaba sus fondas y las familias acudían a compartir y bailar en ellas en la Plaza de Abastos.
Chile poseía una sociedad con una mentalidad agraria muy marcada, por eso los regalos eran frutas de la estación y flores, además de que estaba muy presente la idea de que comenzaba un nuevo ciclo en la naturaleza.
INFLUENCIA EUROPEA
Con la llegada de los colonos extranjeros, en especial de los alemanes, se empezaron a introducir tradiciones navideñas desconocidas en Chile hasta mediados del siglo XIX. Así las casas comenzaron a exhibir los primeros pinos de pascua junto al tradicional pesebre. La aparición de las primeras tiendas por departamento y sus lujosas vitrinas que exhibían los productos importados, ayudaron a que los niños de la alta sociedad empezaran a recibir costosos regalos traídos por un bonachón personaje que los alemanes llamaban Papa Noel, sólo comparable al Elonchero de la cultura vasca española, un mitológico carbonero rechoncho que lleva regalos a los niños en el día de Navidad en las regiones españolas de Navarra y País Vasco.
En un comienzo los árboles de Navidad se adornaban con frutas o velas encendidas, éstas últimas fueron desechadas para evitar tragedias. En el siglo XX se hizo popular poner dulces en el pino navideño, desplazando así a las frutas de la época colonial chilena.
A comienzos del siglo XX los nuevos pueblos del sur transformaban su entorno en una bella Navidad germana, pero sin nieve, así Valdivia, Osorno y Puerto Montt y especialmente Puerto Octay, Puerto Varas, Llanquihue y Frutillar en la Región de Los Lagos, y posteriormente Puyuhuapi en Aysén en la década del 30, entonaron villancicos en alemán, adornaron su casas con pinos y adornos primorosos, tal como se hacía en Alemania.
El despegue industrial y comercial de Chile después de la Guerra del Pacífico y las primeras décadas del siglo XX hizo que la Navidad sea una fecha clave para vender y comprar. Muchos empresarios y negociantes veían la Navidad como la época en que podían recuperar sus números de todo el año o incrementarlos. Así se fue acomodando el consumismo en las costumbres navideñas.
GASTRONOMÍA NAVIDEÑA
Las galletas navideñas y especialmente el pan de pascua y el cola de mono se hicieron populares en la gastronomía chilena.
Se cree que el primer pan de pascua chileno es de origen italiano, pues en la cocina de dicho país existe el llamado panettone, una masa de 15 cm. de altura, con un suave gusto a frutas cítricas, de textura porosa y de un liviano bizcochuelo. El producto llegó a ser muy popular en el pasado y fue destronado por el actual pan de Pascua Chileno que cambió las frutas secas por frutas cristalizadas, y el bizcocho cambió a uno de color más oscuro. Este pan es una de las muchas variedades de este tipo de alimento, entre las que destacan el christmas pudding inglés, el panettone italiano y el stollen alemán.
El otro producto que causa furor es el cola de mono, hecho de aguardiente, leche, café y especias, y existen dos versiones de su origen. Se dice que las botellas usadas para envasarlo en sus orígenes eran de una marca llamada "Anís del Mono", cuya etiqueta mostraba un mono con una larga cola, por lo que la gente de la época, cuando pedía este trago, denominaba y señalaba la etiqueta de la botella de anís, donde aparecía y destacaba la larga "cola de mono". La segunda versión y más masificada dice que alrededor de los años 1906 y 1910 el presidente de Chile Pedro Montt se encontraba en una velada en casa de doña Filomena Cortés. Montt decidió retirarse y solicitó que le pasaran su arma marca Colt, que siempre cargaba con él. Pero doña Filomena Cortés y el resto de los invitados, lo vitorearon y convencieron de que no se fuera. Al pasar la noche el vino se acabó, y los invitados, para seguir la remolienda, mezclaron azúcar con aguardiente, lo que dejó un brebaje bastante fuerte y alguien echó dentro una taza de café con leche.
El trago preparado artesanalmente y por casualidad tuvo bastante aceptación entre los enfiestados de aquella noche, por lo que lo bautizaron como "El Colt de Montt" haciendo alusión al arma y apellido del presidente. Con el tiempo el nombre dado se popularizó y diversificó en Cola de Mono, pues la mayoría de los chilenos no sabían hablar inglés y menos pronunciarlo, por lo que era normal “chilenizar” las palabras extranjeras.
También está otra anécdota con Pedro Montt, dice que en 1901 perdió la campaña presidencial contra Germán Riesco. Los partidarios de este último fueron a celebrar la victoria a una heladería ubicada en calle San Pablo, en Santiago, y el dueño habría servido su especialidad, consistente en agregar aguardiente a los helados de café con leche ya derretidos. La denominación de la bebida, bautizada en la ocasión como "Cola de Montt", habría degenerado, gracias a la picardía popular, en "Cola de Mono".
PUEBLOS ORIGINARIOS
A su vez los pueblos originarios no celebraban la Navidad. Actualmente hay muchas familias mapuches y huilliches que no lo hacen por considerar que la religión cristiana no los representa en sus cosmovisiones ancestrales y por ser una cultura ajena a la de ellos.
Aún así hay algunas familias de etnias originarias que adoptaron el cristianismo en las misiones y que celebraban no sólo la Navidad, sino que todas las fiestas religiosas. Se cree que los huilliches, de carácter más pacífico, fueron más tolerantes a la religión de los conquistadores que los mapuches de la Araucanía.
Hay que recordar que después de 1645 el gran cacique Manqueante del Valle de Mariquina se bautizó cristiano y con él toda su familia y su pueblo, por lo que no es descabellado pensar que los huilliches celebraban la Navidad como parte de su nueva religión.
Un hecho que conecta a la historia mapuche con la Navidad es la Batalla de Tucapel del 25 de diciembre de 1553 y que significó la muerte de Pedro de Valdivia a manos de los toquis Lautaro y Caupolicán.
NAVIDADES TRISTES
El sur chileno ha pasado antes por tristes momentos. Valdivia tuvo una de las Navidades más tristes en 1909, pues el 13 de diciembre fue el Gran Incendio de ese año que destruyó casi 20 manzanas de calles del Centro y de la costanera de la ciudad.
Dos semanas después del desastre el presidente Pedro Montt visitó la ciudad y las empresas de seguros comenzaron a trabajar para permitir que la ciudad se levante. Entre 1910 y 1915 Valdivia volvió a levantarse con más fuerza.
La Navidad de 1960 también estuvo dentro de un contexto triste para todo el sur de Chile, sin embargo las sociedades benefactoras se preocuparon de ir en ayuda de los más necesitados. Muchos niños hasta debieron irse como lo que ocurrió con las evacuaciones del 7 de junio de ese año y en el que muchas familias salieron de Valdivia, Osorno, Puerto Montt y Ancud y algunas nunca más volvieron.
En tiempos del Covid-19 Grupo Diario Sur saluda a todos sus lectores, les alienta a celebrar pese a estos duros momentos y a tener fe en que saldremos adelante, tal como lo hicieron nuestros antepasados. ¡Feliz Nochebuena y Feliz Navidad!
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