Juntos poseen 247 años de historia, desde que Valdivia pertenecía a la colonia española como parte de las fortificaciones que poseía la ciudad, pasando por la república cuando a uno de ellos lo convirtieron en un sencillo silo, hasta que en 1926 los declararon Monumentos Nacionales de Chile por decreto supremo 724. Son parte del pasado español de la ciudad, convertidos en símbolos propios y con el añadido de haber aguantado el peor terremoto de la historia en 1960 y seguir de pie, tal como lo hizo la ciudad después de ese cataclismo.
Fue en agosto de 1774 que se mandó construir ambas estructuras para resguardar la entrada y salida de la ciudad colonial. Ya en 1768 el ingeniero irlandés Juan Garland, que servía a la corona española, proyectó levantar ambos colosos, pero sólo seis años después se iniciaron las obras bajo el mandato del gobernador Joaquín de Espinoza y Dávalos. Ambos fueron construidos con las mismas características.
En 1775 se construyó también un foso de que rodeaba todo el perímetro de la ciudad, por el cual se desvió el curso del río Calle Calle, haciendo de Valdivia una isla elevada sobre el nivel del agua. Ambos se construyeron con ladrillos, cal y teja y los dos quedaron unidos por el Muro de Duce.
El torreón de Barro, ubicado en calle Picarte, era el punto de entrada y salida de la ciudad para tomar el camino hacia Los Llanos –donde estaba Río Bueno y años después La Unión-, mientras que el torreón Los Canelos, ubicado en la calle del mismo nombre –hoy General Lagos- cubría la entrada y salida a Valdivia. Existen antecedentes de que este último torreón se levantó en 1781 y fue en ese mismo año que quedaron incorporados a la muralla que construyó el ingeniero Antonio Duce Oliveros, pues se especulaba de una inminente guerra de España contra Gran Bretaña. Con el tiempo y a medida que la ciudad fue creciendo, el muro se fue deteriorando hasta desaparecer, pero los torreones siguieron en pie.
EL PRISIONERO DEL TORREÓN
Ambos torreones fueron construidos de forma cilíndrica, sus muros son de 60 cms. en su base y de 30 cms. en su parte superior y fueron pensados para servir de miradores para soldados que se apostaban en la parte alta, pero con el tiempo se los usó para guardar pólvora y hasta de calabozo. Se cree que una patrulla de entre 3 a 5 soldados se apostaban al interior de los torreones y cumplían funciones de guardia hasta ser relevados por otra patrulla.
Un prisionero ilustre fue el coronel español Tomás de Figueroa, quien estuvo recluido en el torreón de Barro en 1778, acusado de “incendiario”, en un confuso incidente donde el mentado militar visitaba a su amante y al descubrir que el marido engañado volvía a su casa no se le ocurrió otra cosa que provocar un incendio. El hombre fue perdonado de tal “crimen”.
Después Figueroa pasó a la historia de Chile por afrontar el alzamiento huilliche de Río Bueno en 1792 y descubrir las ruinas de Osorno y, más aún, por orquestar en Santiago el Motín de Figueroa el 1 de abril de 1811 para deponer el gobierno patriota y reinstalar al gobernador realista García Carrasco. Sin embargo, Figueroa fue detenido, procesado y fusilado por traición.
DESDE ESPAÑA
Las torres, torreones o alcázar eran parte de la cultura medieval defensiva de los españoles. En la península era usual ver estas fortificaciones como también en otras colonias hispanas.
Pero la cultura de levantar torres o torreones también eran concebidas como un homenaje a un señor feudal o comerciante poderoso y en varios países de la Europa medieval y de la Era Moderna estas construcciones significaban estatus y poderío, además de un punto de defensa de una ciudad. En varias ciudades los grandes señores mandaban a artistas y arquitectos a construir torres dentro de la ciudad o miradores en los burgos y hasta competían por quién poseía la torre o torreón más grande de la comarca, todo por el poder.
MONUMENTOS NACIONALES
Tras la toma de Valdivia en 1820 por el marino escocés Thomas Cochrane, la ciudad pasa a ser parte de la naciente República de Chile.
Los torreones pasaron a tener distintos usos. En 1822 fue calabozo, en 1834 los transformaron en molino de viento en 1834 y en 1853 fue almacén de pólvora. En 1909 era un silo y aguantó el incendio que quemó casi la totalidad del centro de la ciudad.
Las dos estructuras hispánicas fueron declaradas Monumentos Históricos en el año 1926 y, junto a los castillos de la costa de Niebla y Corral, los únicos vestigios que sobreviven de la antigua Valdivia fortificada por los españoles.
Por lo pronto Valdivia aún tiene una deuda de mantención de sus símbolos. En gobiernos anteriores se han presentado proyectos para remodelaciones, pero los intentos sólo han quedado en eso y, extraoficialmente, se sabe que han sido usados de “bodega” para guardar herramientas de funcionarios municipales.
Otro punto que preocupa es el crecimiento de hierba que lentamente va agrietando la piedra con las que fueron construidos y demás está decir de los rayados en sus muros de personas que no valoran la historia de la ciudad.
Pese a ello los torreones del Barro y de Los Canelos siguen siendo postales de la belleza y pasado de la capital regional de Los Ríos.
En lo deportivo, el club de fútbol Deportes Valdivia se identificó con la figura de estas fortificaciones españolas y su escudo está basada en ellos, de hecho, el plantel es conocido popularmente a lo largo del país como “El Torreón”.
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