Opinión
Por Pablo Santiesteban , 10 de diciembre de 2021

Ómicron, inflación y alianzas imposible

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Columna de opinión del periodista Víctor Pineda Riveros.

Junto con saludar, parto reconociendo que sé poquísimo de economía y menos de medicina, pero me atrevo a hablar de ambos temas desde el punto de vista de un ciudadano que está en las mismas que yo y que no puede sustraerse a invadir camisas de once varas y a meter la cuchara aunque la sopa le sepa como a Mafalda, porque si no come se muere.

De salud y economía nos vemos obligados a aprender un poquito y algo más aunque sea a palos. No nos queda otra, porque con ambas nos vamos a encontrar a cada rato, salvo que nos convirtamos en ermitaños y nos vayamos a vivir a la punta de un volcán que no nos mande de vuelta a la civilización en medio de un río de lava, y así podamos ignorar todo lo que se relacione con el poderoso caballero y sus maniobras tipo deudas, pensiones, dividendos, IVA, contribuciones, pagos, colusiones, etc., etc. Por la alimentación no nos preocuparemos, porque como no va a haber ni una cadena de supermercados ni un boliche con aroma a aceite suelto, afrechillo o vinagre de pichi de caballo, no vamos a tentarnos con alguna comprar y no nos va a quedar más que aprender a buscar y devorar raíces sacadas de entre rocas y barrizales.

Es muy posible que en tales circunstancias nos falle el otro punto en tabla: la salud. Perdidos en la montaña no vamos a tener cerca un hospital, un Cesfam, un Cecosf, un SAR ni una humilde posta de esas de antes, cuando un voluntarioso practicante se encargaba de prolongar la existencia de sus vecinos hasta que llegara el socorro más profesional, si es que llegaba. De lo contrario, el ermitaño debe ser sabio, mantener cavada gran parte de su propia tumba y gastar sus últimos alientos en ponerse piedras sobre el cuerpo cuando the end se haga impostergable.

Como no nos vamos a ir de ermitaños, por mucho que a veces nos tiente la idea, volvamos a la realidad, volvamos a los sustos y sigamos pensando en la fórmula para que nuestra vida no se transforme en una vidita, plagada de necesidades y sinsabores, porque ya nos han dicho que a partir del próximo año la economía nacional va a crecer un poquito nomás y que los favorecidos con los IFE van a tener que salir a trabajar porque se les va a acabar el caramelo. Menos mal que podría venir la PGU para un importante sector de los mayores de 65 años. No para todos, lamentablemente. Muy lamentablemente.

Vamos a tener que seguir soportando los efectos de la inflación que ya nos azota, con algunas alzas muy crueles, como ocurre con la razón de ser de los chilenos, el pan, además del gas licuado, otros combustibles y diversos productos agropecuarios. ¿Y qué me dice de la carne? El otro día casi me infarte al ver en súper un kilo de fileta a 27 lucas. Era carne prémium, pero igual, ¿no será como mucho? Me acordé de esa canción de la Guerra Civil Española, “El tururururú”, que en una de sus versiones decía “más cien pesetas cuesta la ternera, ni que el animal un hijo de Franco fuera”. 

A este tranco, invitar a un asado va a ser privilegio de un futbolista que juega en Europa, de un animador estrella de la tele,  de un ganador del Kino o el Loto, de un parlamentario o de algunos de sus adláteres bien apitutados. El resto, a mirar los poco valorados, pero siempre sabrosos, huesos de cazuela y darles el bajo cuando el perro esté mirando para otro lado.

Ahora, vayamos a la salud. Ómicron se llama la nueva amenaza, que ya llegó al país, y sobre la que hay versiones encontradas. Cuando apareció en Sudáfrica se dijo q.-jkhnb ue era muy contagiosa y bastante letal. Luego se han ido moderando las informaciones, hasta el punto que ya hay profesionales que explican que se trata de una mutación menos agresiva que su antecesora, la Delta, y que los infectados, en su mayoría, no llegan a la UCI y los atemorizantes, pero imprescindibles, tubos.

Los grandes laboratorios del mundo ya preparan sus respuestas y se muestran confiados en matar al dragón al primer sablazo. En otras palabras, siguen en carrera por llegar primero a la meta y llenarse de oro. Las medallas, que alguien las guarde por ahí.

Ingenuamente, alguien me mostraba su inquietud frente a esto. ¿No habrá forma de que los laboratorios se unan o por lo menos compartan información entre ellos para alcanzar cuanto antes una eficacia mayor en el combate a la pandemia?

No me quedó más que preguntarle de qué parte de Júpiter venía, para preguntar eso. Le agregué que primero tendríamos que ver a Boric y Kast haciendo campaña en conjunto y con un programa común o bien esperar el día en que la Garra Blanca y Los de Abajo se siente juntos a mirar un clásico, repartiendo aplausos por igual en cuanto asome alguna jugada de esas que deciden partidos.

 

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